¡Está viva! Mari Catalina ha vuelto a casa.
Después de 31 años de ausencia, su familia por fin pudo abrazarla de nuevo. Tras décadas de incertidumbre, de noches largas de preguntas, de rezos y lágrimas, Mari Catalina Flórez volvió a mirar a los ojos a su madre, a su hermana, a su familia, para decir con voz entrecortada: “Sí, soy Mari. La misma Mari.”
Gracias a la labor de las y los firmantes del Acuerdo de Paz que conforman la Corporación Humanitaria Reencuentros, quienes trabajamos de la mano con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y la Agencia para la Reincorporación y Normalización, se logró el reencuentro de Mari Catalina con su familia. Gracias a su valentía de aportar información, de compartir recuerdos, de alzar la voz, se abrió un camino para que la búsqueda se convirtiera en un abrazo que le ganó al tiempo.
La Corporación Humanitaria Reencuentros caminó al lado de esta historia, documentando, acompañando, sosteniendo las manos que temblaban de esperanza. Gracias a ese trabajo humanitario y amoroso, historias como esta pueden llegar a un final digno, y a un nuevo comienzo.
El día que Mari Catalina volvió, su hogar se llenó de vida, de aromas y de colores. Como se hacen las grandes celebraciones en Pasto, su familia cocinó cuy, símbolo de alegría y de fiesta, para darle la bienvenida con la dignidad y el amor que merece. En su casa la esperaba un gran letrero que decía “Bienvenida”, un ponqué para celebrar su vida, sus hermanas y su madre con los ojos brillantes, porque había vuelto con vida, y también era la celebración de la vida misma.
Ese día, doña Dolores, su madre de 86 años, con más de 30 de espera en el corazón, dijo con amor profundo, como mensaje para las demás madres colombianas: “Dios quiera y les mande los hijos como a mí me mandó el Señor a mi hija, que no se cansen de buscar.”
Que este reencuentro sea luz para todas las familias que siguen buscando, recordándonos que la búsqueda es amor, resistencia y dignidad. Que ninguna madre se canse, que ningún hijo deje de ser esperado, que cada historia encuentre su camino de regreso.
En Colombia, la paz también se teje cuando las y los desaparecidos vuelven a casa, Mari ha vuelto y la vida pese a todo sigue venciendo.